Reflejo de la realidad

Luce el sol, últimamente como casi todos los días. Quisiera dejar el cartel en posición horizontal y sin pensármelo, desaparecer unos días de Madrid.

Quisiera mojarme los pies en la orilla del mar, escuchar en silencio el calor del sol, (y no precisamente a través de un cristal), sentir la arena como un suave colchón donde poder recostarme y degustar un aire que de tanto oxígeno casi marea.

Miro por mi espejo y me muestra el largo ciempiés de rayas rojas que tengo detrás de mi, y al levantar la vista hacia delante el panorama es peor...es un ciempiés enorme, y la realidad me devuelve al presente con un bocinazo recordándome que estoy trabajando y que la fila se ha movido.

Con santa paciencia nos vamos acercando a la cabeza de éste alargado animal, y de nuevo mi mente se escabulle imaginando si la próxima carrera no será hasta una ciudad con mar??; mataría dos pájaros de un tiro.

Pues no, el destino la estación de Atocha, y el mar es mas bien un charco en el suelo y el aire una peligrosa dosis de CO.2 .

Entonces pensé: Y si dejo a mi Octavia en el parking y me voy en el tren, así descansamos los dos. Nada más dejar a las viajeras, se lo comenté y con un chirrido de pastilllas, creo que me dijo que no estaba dispuesto a quedarse allí. El quería venir conmigo.

Que si, que no... que no, me falta osadía para dejarme llevar.

Al final golpeada por la evidencia de un inoportuno dolor de estomago nos hemos vuelto a casa, cabizbajos.

No hemos sido decididos, pero otra vez será... el mar nos esperará.

Buena Caza!