13 de abril de 2018

Sin más









Esta vez el sonido del portazo a olvido y soledad se clavó en su pecho como un cuchillo. Sin sangre, ni herida que tapar. Derramando un adiós sin esperanza por sus mejillas.

El ayer disfrazaba una mudanza y el mañana desnudaba su alma.

Con el corazón a pedazos y la tormenta desatada en sus ojos, se tumbó en la cama, aquella en la que los gemidos vibraron hasta alcanzar el clímax meses atrás y ahora solo acogía los añicos de su corazón.

Sus mejillas sonrosadas y húmedas no escondían el dolor y la almohada a la espera de darle una respuesta pretendía ser su refugio calmando su dolor.

Suturar las cicatrices supo que le llevaría tiempo y solo pensar en quitarse el traje de la soledad era una autentica penitencia.

Las caricias que un día recorrieron su cuerpo, solo pensarlas eran puñaladas en el estomago, ya no había espacio para las mariposas.

Calle abajo caminaba su desconsuelo con una pequeña maleta pesada de recuerdos y en su interior el cepillo de dientes y algo de ropa. Se dejó el tequila de las noches con sal y millones de besos por estrenar.

Sin mirar atrás y con paso decidido llegó al cruce, levantó la mano a la luz verde que iluminaba el camino de su libertad y marcaría la esperanza. El taxista arrancó y desaparecieron entre las callejuelas adoquinadas de un Madrid con olor al café del desayuno.


Buena Caza!!!


1 comentario:

jose dijo...

Demasiado profundo para leerlo en este momento ¡¡¡