8 de mayo de 2012

Metro, no gracias.










-"No puedo apartarme, no hay sitio para nadie, aguanta" -te dije.


Ese momento, en el que te faltaba el aire, sentías los cuerpos aplastados junto a ti y la chica de las trenzas empotraba su carpeta contra tu espalda.
Entonces frenó en seco y las ruedas de tu maleta pasaron por encima de tu pie, y el dolor te estremeció pero ni siquiera pudiste ver el dedo gordo de tu pie sangrando.
Parados en mitad de un túnel, resoplabas para levantar tu flequillo que el sudor de tu frente había pegado. Y el murmullo de las quejas, que ya es decir, se escuchaban más que la música del chico que te atufaba.

Un silbato y el metro retomó su trayecto. Veinticinco minutos más tarde pisabas el segundo anden.

Corriste como si no hubiera un mañana y así no perder tiempo en el transbordo, pero con la respiración entrecortada leíste en el marcador ocho minutos más de espera.

Me miraste y entendiste lo que te dije antes de bajar las escaleras con la maleta de 16 kg.

Una hora más tarde llegamos al aeropuerto con 10e menos en el bolsillo y  acordándote que el metro de Madrid no vuela, incomoda.



Buena Caza!!